En aquel tiempo, dijo el Señor: “¡Ay de ustedes, que edifican mausoleos a los profetas, después que sus padres los mataron! Así son testigos de lo que hicieron sus padres, y lo aprueban; porque ellos los mataron, y ustedes les edifican sepulcros.
Por algo dijo la sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán’; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, se lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley, que se han quedado con la llave del saber; ustedes, que no han entrado y han cerrado el paso a los que intentaban entrar!”.
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras
Palabra del Señor.
Para meditar
Las voces proféticas que se levantan contra sus injusticias pueden estorbar a los poderosos.
Pasa en la Iglesia en la que en ocasiones se hace callar a los que tienen un espíritu más libre y crítico, aunque más tarde a veces se los rehabilite o incluso se los canonice.
Pero puede pasar también a nuestro alrededor, cuando nos sentimos molestos si somos criticados, y hacemos lo posible por desacreditar –¡no llegaremos a eliminar!– a esos “profetas” que se atreven a llevarnos la contraria. A todos nos pasa que nos estorban los profetas vivos, no los muertos.
Además podemos merecer también las palabras de Jesús a los juristas. ¿Nos sentimos “propietarios de la verdad”, guardando sus llaves, de modo que los demás tengan que pasar la aduana de nuestra interpretación? ¿Nos creemos los únicos que tenemos razón en todas las discusiones, sean importantes en el ámbito eclesial o más cotidianas en nuestra familia o círculo comunitario?
Sería una lástima que los que podemos decir una palabra en el ámbito de la catequesis o de la predicación no comuniquemos esperanza y alegría, sino angustia y miedo. Seríamos malos guías.
Para reflexionar
¿Será que también nosotros con nuestras actitudes incoherentes con respecto al Evangelio estamos obstaculizando la puerta de la fe para que muchos hermanos nuestros alcancen la salvación?
Oración final
Señor Jesús, con frecuencia desatendemos las palabras de quienes nos invitan a llevar una vida coherente; ilumínanos con tu amor para cambiar nuestra forma de vivir y pensar. Amén.